Viajar y aprender son dos verbos que van unidos, pues no hay viaje que no sea una experiencia formativa y de la que se aprenda.

El  conocimiento de uno mismo, la madurez, el desarrollo de habilidades sociales o los conocimientos interculturales son considerados por muchos como algunas de las habilidades que el viaje proporciona en una intensidad muy superior al que se produce en nuestra realidad cotidiana. En ciertas épocas de nuestra vida resultan indispensables, y es ahí donde el viaje debe acoplarse con el desarrollo curricular. Por eso en nuestro centro nos esforzamos en ofrecer experiencias viajeras a nuestros alumnos.

Al viajar descubres nuevas culturas. Incluso aunque viajes dentro de tu mismo país, entiendes que hay distintas formas de vivir y de pensar. Y adentrarse en estas culturas distintas, saber convivir con ellas y sacar todo lo bueno que nos ofrecen es algo fundamental para nuestra educación.

Aprendes habilidades sociales. Cuando viajas, de repente, por muy tímido que seas, te descubres hablando con desconocidos, comentando cualquier situación, solicitando ayuda para llegar a un determinado lugar… Te vuelves más comunicativo, a veces por necesidad.

Aprendes a ser independiente. Tanto intelectual como emocionalmente. Viajar, además, te obliga a ser proactivo. Tienes que controlar todo lo que tienes a tu alrededor, sobre todo si viajas sin tu familia, tienes que tomar decisiones, tomar la iniciativa, reaccionar ante una determinada situación. Es un conocimiento constante sobre ti mismo, y no hay nada más enriquecedor y más educativo que aprender cómo eres de verdad.